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Mostrando entradas de 2014

blues

puedo engañarme de un millón de maneras creer que la tristeza se ha ido y que después me arrebate de un zarpazo ahora en vez de un cuerpo sólido y denso se ha hecho trizas y vive en cada uno de ustedes: amar es repartir la tristeza, eso es lo que pienso hoy de la manera en la que estoy amando no hay escapatoria cuando arremeten los blues estoy sola igual de sola que cuando me fui igual de sola que cuando duermo con otros sin poder conciliar el sueño y percibo cada movimiento y quisiera hacer que se vayan mi cama es mía, como toda esta tristeza que no puedo explicar cuando arremeten los blues estoy sola en julio y en diciembre junto al río o por diagonal 73 estoy sola los cigarrillos se consumen también en mi boca en las bocas de todxs tengo miedo de no poder soltarlos me duelen las rodillas mi cuerpo está roto y espero que se arregle solo pero esas cosas no pasan casi nunca los adolescentes se sientan a fumar en la vereda por las noches, se quedan ahí tirados resp

galletas de la fortuna

la madrugada crece encantadora sobre el olor de los tilos y las veredas a medio secar, el cielo rojo se recorta por la ventana y el viento húmedo que no entra el sabor atemporal de un mes que muere y se aferra profundo como estrías por toda la carne es aliento para dejar pasar las horas en la noche más bella del universo y eso que el universo es infinito, dicen para mí nomás es muy grande me cuesta creer que en algún lugar del cosmos desde un banco de la plaza miramos la catedral como se alza sobre el terciopelo el universo tiene confines y nosotrxs destinos por más que me guste el azar o el dios omnisciente de las galletas de la fortuna que pone tu nombre en un papel para que yo lo encuentre me encantaría decirte que habla de vos pero no puedo revelar lo que vi cuando la galleta se quebró entre mis dedos premonición, profecía, sacrilegio andá a jugar al quini, los números son 17 35 05 29 22 15 *** la otra noche perdí un aro en un recital lo oí caer y rodar lejos lo

poema de Belgrano C

faltan cuatro minutos para el próximo tren y dos días para el final de noviembre la humedad – el ramen en que flotamos luego nos chupará el desagüe fideos escupidos en la pileta de la cocina entonces será año nuevo y brindaremos a salvo en cenas familiares en las que todxs están más viejxs y más tristes no soy optimista puedo ver la desaprobación rápida como un chasquido de la lengua no soy optimista y me la banco de la tristeza armo castillos de naipes  *** el gris se vuelve oscuro la tarde atraviesa también el arco que se abre al barrio chino los techos rojos, los dragones felínicos uno a cada lado el tiempo serpentea entre los pequeños locales donde compramos pinchos de zapallo dulce y albóndigas de pulpo la china que atiende hace todo ella, el muchacho que la acompaña, quizá su hijo, apenas si puede venderle Melona a la gente que pasa y no sabe que los Melona son Melona y no helados y nada más para el muchacho, no toques los pinchos, cómo es posible que no entie

l'anamour

nos extraño pasarte a buscar por el trabajo besarnos en la puerta de la librería caminar de la mano por siete hasta el café de 55 refugiarnos ahí del frío y la noche y toda la gente que iba y venía bajo la llovizna, no nos importaba en el café nos tomábamos un cortado mirándolos pasar casi parecía una película en la que nos apurábamos por llegar al cine a la función de las 21.15 corríamos agarradxs y nos reíamos de la odisea casi imposible de terminar el tostado por la calle, de estar a punto de perder y así y todo lograrlo tenemos pocas fotos juntxs nunca fuimos de esas parejas que vomitan amor empalagoso por las redes sociales como si fuera el antídoto de sus quimeras mi fotografía favorita es una del único año nuevo que pasamos juntxs vos me tocás el pelo y te reís con tanta ternura con ternura de niño tenés la remera de Twin Peaks que fue tu regalo de navidad extraño regalarte cosas que me gustaban a mí para que las tuvieras vos éramos felices ahí ingenuxs

final de cuaderno

devoré el cuaderno en unos meses de todos el más frondoso antes algo me detenía siempre lejos del final no me gusta terminar cuadernos medir las palabras los trazos la idea, no quiero tener un plan cuando llegue la última página cómo acabar un cuaderno sin que el cuaderno acabe conmigo y me robe como un amante el aliento y las escamas muertas no me gusta terminar cuadernos los prefiero apilados en cajas que se empolvan, inconclusos abandonados al ruido blanco los prefiero de páginas vacías que aguardan a que junte valor para asestar el último golpe un verso que ajusticia y muere

auf achse

Te entierro más profundo cada día entre las hojas de un cuaderno que llevo adonde vaya. Casi podría olvidarme de la billetera llena de papelitos o del broncodilatador de rescate, pero no del cuaderno. Tengo estas crisis, ¿ves?, son como el asma. Tengo estas crisis en las que no se cierra el pecho, sino que se derrumba el espíritu. En esos momentos abro la mochila y luego el cuaderno, y la punta de grafito blando se vuelve puente entre mi asma y tu funeral. Y vaya si lo es, que hace tantas mañanas que no despierto agitada y sin aliento. Mientras tanto el cuaderno crece y como un perro lobo bien sabe volverse sobre mí. Ambos hemos aprendido que si muerde o se porta mal no habrá más palabras tristes (las que le gustan a él), que si escudriño sus babas en busca de restos la afrenta es inevitable (por eso ya no vuelvo las páginas). Estoy segura de que en algún momento se acabarán las hojas, cerraré el cuaderno y lo abandonaré en un estante de la biblioteca de pino o en una caja con

sábado (I)

– Es la cortina de Twin Peaks, ¿viste? Ahí se me crispó el cuerpo, y en ese arrebato te busqué alrededor. Eso es lo que quería decirte en el recital del sábado. Si te hubiese tenido al lado. Si no te hubiese visto tan oscuro.  Si hubiese jurado que vos también morías por decírmelo. Vos me mirabas bailar desde más atrás, pensé yo, entonces bailaba. Cuando a través de los altoparlantes de ese club de cemento frío, inmenso, eran las canciones nuestras las que sonaban, yo levantaba los brazos, movía la cabeza, me enredaba las manos en el pelo y me acariciaba la nuca rapada. Cerraba los ojos cuando los reflectores llegaban a la línea de mis pupilas. Si me mirabas sabrías que bailaba para vos. Cuando llegué a casa lo anoté todo en un cuaderno. Guardo una lista de cosas que te diría. Las enumero antes de dormir para decírtelas la próxima vez que te vea. Quizá las enumero porque es la única forma de dormir.