galletas de la fortuna


la madrugada crece encantadora sobre el olor de los tilos y las veredas a medio secar, el cielo rojo se recorta por la ventana y el viento húmedo que no entra
el sabor atemporal de un mes que muere y se aferra profundo como estrías por toda la carne es aliento para dejar pasar las horas
en la noche más bella del universo
y eso que el universo es infinito, dicen
para mí nomás es muy grande
me cuesta creer que en algún lugar del cosmos desde un banco de la plaza miramos la catedral como se alza sobre el terciopelo
el universo tiene confines y nosotrxs destinos
por más que me guste el azar o el dios omnisciente de las galletas de la fortuna
que pone tu nombre en un papel para que yo lo encuentre
me encantaría decirte que habla de vos
pero no puedo revelar lo que vi cuando la galleta se quebró entre mis dedos
premonición, profecía, sacrilegio
andá a jugar al quini, los números son
17 35 05 29 22 15

***
la otra noche perdí un aro en un recital
lo oí caer y rodar lejos
lo busqué cuando las luces se encendieron y también con las luces apgadas
esperaba un reflejo que lo delatara, un guiño y el regreso
pero nunca se reflejó nada y yo me di por vencida y pensé en cuánto me gustaría tener la respuesta a ese enigma escrita al revés en el pie de página
–¿te rendís?
–me rindo
–estaba acá
–oh, tan cerca
–¿querés probar de nuevo?
–dale,
como si lo que ando perdiendo por la vida fueran monedas abajo de vasos que la mano de un mago entremezcla
como si pudiera tener la respuesta a mis derrotas

***
muchas horas después, frente a la puerta verde
con las suelas de los borcegos llenas de barro y tilo, gotas de agua resbalando por la frente y los pómulos y las comisuras hasta el abismo de la mandíbula y su línea
metí la mano en el bolsillo de la mochila, la mano tocó algo frío y lo sacó de adentro
donde debían estar las llaves la mano descubrió un aro
que jamás había caído al piso y rodado lejos
y mucho menos hecho ruido
me pregunté entonces
qué clase de puertas se suponía que abriera

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