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Mostrando entradas de septiembre, 2014

auf achse

Te entierro más profundo cada día entre las hojas de un cuaderno que llevo adonde vaya. Casi podría olvidarme de la billetera llena de papelitos o del broncodilatador de rescate, pero no del cuaderno. Tengo estas crisis, ¿ves?, son como el asma. Tengo estas crisis en las que no se cierra el pecho, sino que se derrumba el espíritu. En esos momentos abro la mochila y luego el cuaderno, y la punta de grafito blando se vuelve puente entre mi asma y tu funeral. Y vaya si lo es, que hace tantas mañanas que no despierto agitada y sin aliento. Mientras tanto el cuaderno crece y como un perro lobo bien sabe volverse sobre mí. Ambos hemos aprendido que si muerde o se porta mal no habrá más palabras tristes (las que le gustan a él), que si escudriño sus babas en busca de restos la afrenta es inevitable (por eso ya no vuelvo las páginas). Estoy segura de que en algún momento se acabarán las hojas, cerraré el cuaderno y lo abandonaré en un estante de la biblioteca de pino o en una caja con

sábado (I)

– Es la cortina de Twin Peaks, ¿viste? Ahí se me crispó el cuerpo, y en ese arrebato te busqué alrededor. Eso es lo que quería decirte en el recital del sábado. Si te hubiese tenido al lado. Si no te hubiese visto tan oscuro.  Si hubiese jurado que vos también morías por decírmelo. Vos me mirabas bailar desde más atrás, pensé yo, entonces bailaba. Cuando a través de los altoparlantes de ese club de cemento frío, inmenso, eran las canciones nuestras las que sonaban, yo levantaba los brazos, movía la cabeza, me enredaba las manos en el pelo y me acariciaba la nuca rapada. Cerraba los ojos cuando los reflectores llegaban a la línea de mis pupilas. Si me mirabas sabrías que bailaba para vos. Cuando llegué a casa lo anoté todo en un cuaderno. Guardo una lista de cosas que te diría. Las enumero antes de dormir para decírtelas la próxima vez que te vea. Quizá las enumero porque es la única forma de dormir.