auf achse
Te entierro más profundo cada día entre las hojas de un cuaderno que llevo adonde vaya. Casi podría olvidarme de la billetera llena de papelitos o del broncodilatador de rescate, pero no del cuaderno. Tengo estas crisis, ¿ves?, son como el asma. Tengo estas crisis en las que no se cierra el pecho, sino que se derrumba el espíritu. En esos momentos abro la mochila y luego el cuaderno, y la punta de grafito blando se vuelve puente entre mi asma y tu funeral. Y vaya si lo es, que hace tantas mañanas que no despierto agitada y sin aliento. Mientras tanto el cuaderno crece y como un perro lobo bien sabe volverse sobre mí. Ambos hemos aprendido que si muerde o se porta mal no habrá más palabras tristes (las que le gustan a él), que si escudriño sus babas en busca de restos la afrenta es inevitable (por eso ya no vuelvo las páginas). Estoy segura de que en algún momento se acabarán las hojas, cerraré el cuaderno y lo abandonaré en un estante de la biblioteca de pino o en una caja con