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Mostrando entradas de 2013

en mi boca en mis manos el amor un globo gigante explota salpica amor las palabras cruzadas el té sobre la mesa nuestros nombres dos casas una casa vos el vientre después del vientre el globo explota en la garganta lo que se cruza no son palabras pero no tengo otra manera de devolverte lo que me diste Mama un camisón azul y un libro partido la noche entre canciones la voz que canta y borda y teje un nombre entre los nombres Celia en mi boca en mis manos el amor un globo gigante explota salpica amor

Amanda

No recuerdo cuándo empecé a pensar en ella. Supongo que como a toda idea terrible le habrá llevado su tiempo enraizar hondo en mi cabeza hasta percatarme de que allí estaba. Supongo también que, cuando una es pequeña, por contraste el resto del mundo le parece tan enorme y cautivante que no queda ningún hueco por el cual pueda colarse la idea disparatada de que ese mundo enorme y casi infinito puede terminarse, como se termina un sanguchito o la canción de tomar el té. Y ha de ser en ese paraíso de ingenuidad que andan los niños cuando son niños, que cuando trepan a la rama más alta de un árbol y sus madres los llaman desde abajo con caras de pálida preocupación no hay valentía en juego, porque no pueden ser valientes quienes no tienen idea de la enorme probabilidad de que se quiebre la rama y se caigan, y que con la rama se quiebren piernitas, bracitos y cuellitos; no imaginan la infinidad de cosas horribles que podrían ocurrirles y entonces de tan ingenuos son invencibles. Decía

día del sol

domingo estás hecho de pelusas de telaraña gris y gotas de llovizna domingo estás solito al final del viaje te vas poniendo viejo brasas de asado tenues, ya no ojos de ternero domingo que se descascara en restos de domingos viejos las caras que tuvimos los domingos de nuestras vidas (no sé qué verán otros para mí sonreímos menos)

cincuenta y tres

y así y todo la calle más bella la que más quisiera caminar no es la que me lleva a casa.