blues

puedo engañarme de un millón de maneras
creer que la tristeza se ha ido y que después me arrebate de un zarpazo
ahora en vez de un cuerpo sólido y denso se ha hecho trizas y vive en cada uno de ustedes: amar es repartir la tristeza, eso es lo que pienso hoy
de la manera en la que estoy amando no hay escapatoria
cuando arremeten los blues estoy sola
igual de sola que cuando me fui
igual de sola que cuando duermo con otros sin poder conciliar el sueño y percibo cada movimiento
y quisiera hacer que se vayan
mi cama es mía, como toda esta tristeza que no puedo explicar
cuando arremeten los blues estoy sola
en julio y en diciembre
junto al río o por diagonal 73
estoy sola
los cigarrillos se consumen también en mi boca
en las bocas de todxs
tengo miedo de no poder soltarlos
me duelen las rodillas
mi cuerpo está roto y espero que se arregle solo
pero esas cosas
no pasan
casi nunca
los adolescentes se sientan a fumar en la vereda por las noches, se quedan ahí tirados
respiran el aire fresco que corre por ocho después de la lluvia
saludan si saludo
son adolescentes porque de veras no les importa que interrumpa la calma para abrir la puerta, encender la luz del pasillo y entrar
dentro de mi cuarto yo también soy adolescente
pero cuando los veo a ellos lloro porque no
sobre la cama lloro
y duermo sola
de la manera en la que estoy amando
estoy sola
cuando arremeten los blues

galletas de la fortuna


la madrugada crece encantadora sobre el olor de los tilos y las veredas a medio secar, el cielo rojo se recorta por la ventana y el viento húmedo que no entra
el sabor atemporal de un mes que muere y se aferra profundo como estrías por toda la carne es aliento para dejar pasar las horas
en la noche más bella del universo
y eso que el universo es infinito, dicen
para mí nomás es muy grande
me cuesta creer que en algún lugar del cosmos desde un banco de la plaza miramos la catedral como se alza sobre el terciopelo
el universo tiene confines y nosotrxs destinos
por más que me guste el azar o el dios omnisciente de las galletas de la fortuna
que pone tu nombre en un papel para que yo lo encuentre
me encantaría decirte que habla de vos
pero no puedo revelar lo que vi cuando la galleta se quebró entre mis dedos
premonición, profecía, sacrilegio
andá a jugar al quini, los números son
17 35 05 29 22 15

***
la otra noche perdí un aro en un recital
lo oí caer y rodar lejos
lo busqué cuando las luces se encendieron y también con las luces apgadas
esperaba un reflejo que lo delatara, un guiño y el regreso
pero nunca se reflejó nada y yo me di por vencida y pensé en cuánto me gustaría tener la respuesta a ese enigma escrita al revés en el pie de página
–¿te rendís?
–me rindo
–estaba acá
–oh, tan cerca
–¿querés probar de nuevo?
–dale,
como si lo que ando perdiendo por la vida fueran monedas abajo de vasos que la mano de un mago entremezcla
como si pudiera tener la respuesta a mis derrotas

***
muchas horas después, frente a la puerta verde
con las suelas de los borcegos llenas de barro y tilo, gotas de agua resbalando por la frente y los pómulos y las comisuras hasta el abismo de la mandíbula y su línea
metí la mano en el bolsillo de la mochila, la mano tocó algo frío y lo sacó de adentro
donde debían estar las llaves la mano descubrió un aro
que jamás había caído al piso y rodado lejos
y mucho menos hecho ruido
me pregunté entonces
qué clase de puertas se suponía que abriera

poema de Belgrano C

faltan cuatro minutos para el próximo tren
y dos días para el final de noviembre
la humedad – el ramen en que flotamos
luego nos chupará el desagüe
fideos escupidos en la pileta de la cocina
entonces será año nuevo y brindaremos a salvo en cenas familiares en las que todxs están más viejxs y más tristes
no soy optimista
puedo ver la desaprobación rápida como un chasquido de la lengua
no soy optimista y me la banco
de la tristeza armo castillos de naipes

 ***

el gris se vuelve oscuro
la tarde atraviesa también el arco que se abre al barrio chino
los techos rojos, los dragones felínicos
uno a cada lado
el tiempo serpentea entre los pequeños locales donde compramos pinchos de zapallo dulce y albóndigas de pulpo
la china que atiende hace todo ella, el muchacho que la acompaña, quizá su hijo, apenas si puede venderle Melona a la gente que pasa y no sabe que los Melona son Melona
y no helados
y nada más para el muchacho, no toques los pinchos, cómo es posible que no entiendas que debes tomar los de verdura de la bandeja de abajo, intentas pinchar con tanta torpeza la albóndiga que falta que me avergüenzas, pienso que piensa la china
una piba pregunta si las rabas son pescados y ninguno responde
el tren se atasca en el andén número dos, el altavoz llama a quienes se dirijan a Tigre y paradas intermedias a cambiar de andén
y vuelven a faltar cuatro minutos para el próximo tren

***

quizá el muchacho nunca aprenda a pinchar albóndigas cuando se separan del pincho
quizá la china lo reprenda por siempre por haberse confundido cerveza con sprite
la tormenta se acerca, se afila las uñas en el cadáver de noviembre y bosteza
el abismo de fin de año
un zarpazo del dragón felínico
las nubes van hacia el norte
dice un hombre sentado en la estación esperando el tren a Retiro
las nubes van hacia la tienda de Feng Shui y se arremolinan en la bola de cristal del Buda en la vidriera empolvada
la gente se agolpa sobre calle Arribeños
el cielo se cierne sobre el barrio chino

***

pienso en Jack Kerouac atravesando fantasma el portal, la tormenta su capa larga barriendo el polvo de la calle y la mugre de la gente
Jack Kerouac caminando el barrio chino en silencio
Jack Kerouac borracho esperando el tren en Belgrano C
Jack Kerouac con zapatos gastados de tanto ir y venir por la misma calle mirando los Budas y la comida frita
Jack Kerouac con los pies sobre la línea amarilla y el tren que llega
en cuatro minutos

l'anamour


nos extraño

pasarte a buscar por el trabajo
besarnos en la puerta de la librería
caminar de la mano por siete hasta el café de 55
refugiarnos ahí del frío y la noche y toda la gente que iba y venía bajo la llovizna, no nos importaba
en el café nos tomábamos un cortado mirándolos pasar
casi parecía una película
en la que nos apurábamos por llegar al cine
a la función de las 21.15
corríamos agarradxs y nos reíamos de la odisea casi imposible
de terminar el tostado por la calle, de estar a punto de perder y
así y todo lograrlo

tenemos pocas fotos juntxs
nunca fuimos de esas parejas que vomitan amor empalagoso por las redes sociales como si fuera el antídoto de sus quimeras

mi fotografía favorita es una del único año nuevo que pasamos juntxs
vos me tocás el pelo y te reís con tanta ternura
con ternura de niño
tenés la remera de Twin Peaks que fue tu regalo de navidad
extraño regalarte cosas que me gustaban a mí para que las tuvieras vos
éramos felices ahí
ingenuxs
inocentes
suaves como pelusas
sólo sabíamos acariciarnos

el primero de enero salimos a caminar por la ciudad un rato
encontramos un edificio con la puerta rota por los festejos
y entramos
subimos por las escaleras hasta la terraza
no había nadie
nos abrazamos y miramos el atardecer
después aparecieron dos viejas
preguntaron de qué departamento éramos y yo les dije: quinto e
y las viejas respondieron
pero cómo
si acá no hay
ningún e
entonces nos reímos a carcajadas
y corrimos de la mano varias cuadras
hasta alejarnos lo suficiente

a veces me siento un ovillo que se deshila
desenamorarse
para empezar de vuelta
(los ovillos tienen dos extremos)

otras veces el desamor parece una meseta infinita
todavía no entiendo bien qué hacer con todo eso
más que escribirte poemas

final de cuaderno

devoré el cuaderno en unos meses
de todos el más frondoso
antes algo me detenía
siempre lejos del final

no me gusta terminar cuadernos
medir las palabras los trazos
la idea, no quiero tener un plan
cuando llegue la última página

cómo acabar un cuaderno
sin que el cuaderno acabe conmigo
y me robe como un amante
el aliento y las escamas muertas

no me gusta terminar cuadernos
los prefiero apilados en cajas
que se empolvan, inconclusos
abandonados al ruido blanco

los prefiero de páginas vacías
que aguardan a que junte valor
para asestar el último golpe
un verso que ajusticia y muere

auf achse


Te entierro más profundo cada día entre las hojas de un cuaderno que llevo adonde vaya. Casi podría olvidarme de la billetera llena de papelitos o del broncodilatador de rescate, pero no del cuaderno. Tengo estas crisis, ¿ves?, son como el asma. Tengo estas crisis en las que no se cierra el pecho, sino que se derrumba el espíritu. En esos momentos abro la mochila y luego el cuaderno, y la punta de grafito blando se vuelve puente entre mi asma y tu funeral. Y vaya si lo es, que hace tantas mañanas que no despierto agitada y sin aliento.

Mientras tanto el cuaderno crece y como un perro lobo bien sabe volverse sobre mí. Ambos hemos aprendido que si muerde o se porta mal no habrá más palabras tristes (las que le gustan a él), que si escudriño sus babas en busca de restos la afrenta es inevitable (por eso ya no vuelvo las páginas).

Estoy segura de que en algún momento se acabarán las hojas, cerraré el cuaderno y lo abandonaré en un estante de la biblioteca de pino o en una caja con papeles viejos que empolvan. O lo enterraré así, siniestro, en una cápsula del tiempo en el fondo del jardín, junto con otros objetos absurdos como chapitas de latas de cerveza o postales robadas del interior de libros viejos. Mucho tiempo después podré sacarlo de dondequiera que esté y que mi puño y letra parezcan los de alguien más. Quizá entonces ya no renazcas de entre las líneas partidas y la reminiscencia de tus formas no me conmueva más que hacia la ternura condescendiente, y esta melancolía que me impele a cavar para vos la fosa más profunda sea tan ilusoria como los inviernos pasados.

La plaza España reverdece de nuevo bajo el gris de la lluvia. La tierra parece blanda y aireada, el árbol frente a tu ventana será inexorablemente frondoso.

Cuando el sol todavía brilla no me da miedo salir y encontrarte, pero en cuanto se oculta te siento al acecho como si fueras el mismísimo perro lobo del cuaderno, adentro y lejos, afuera y cerca, más infinito que múltiple, con una potencialidad húmeda y palpable. En cuanto cae el sol tus proximidades se afilan y relucen ante las brasas que aún arden en la sucesión de pasos que separan tu casa de la mía. Caminamos sobre brasas cada noche, la ausencia no es menos punzante por ser tibia.

Mi cama es un colchón duro y sin forma en el que dormimos mucho tiempo. Es también un campo de batalla más donde forcejeás por quedarte un rato, donde la tibieza se hace carne y es abrazo en la distancia onírica. Ya despierta me siento perder la alegría con el correr de las horas, como se pierde la somnolencia. A mí me alivia saber que aún puedo levantarme plena. Que así y todo hay algo en mí que descansa por las noches.

Una vez dormimos juntos y soñamos lo mismo. Vos nunca recordás tus sueños, pero yo abracé esa certeza como al amor mismo.

Abracé casi todo como al amor mismo, qué torpeza. Que perdures en mí es un enigma que no puedo desentrañar.

Dormir con las cabezas pegadas y que los sueños se mezclen como una telaraña.

Amar con tanta avidez que pueda enfermarnos.

Esta es mi prueba de fuego.

sábado (I)



Es la cortina de Twin Peaks, ¿viste?

Ahí se me crispó el cuerpo, y en ese arrebato te busqué alrededor.

Eso es lo que quería decirte en el recital del sábado. Si te hubiese tenido al lado. Si no te hubiese visto tan oscuro. 

Si hubiese jurado que vos también morías por decírmelo.

Vos me mirabas bailar desde más atrás, pensé yo, entonces bailaba. Cuando a través de los altoparlantes de ese club de cemento frío, inmenso, eran las canciones nuestras las que sonaban, yo levantaba los brazos, movía la cabeza, me enredaba las manos en el pelo y me acariciaba la nuca rapada. Cerraba los ojos cuando los reflectores llegaban a la línea de mis pupilas. Si me mirabas sabrías que bailaba para vos.

Cuando llegué a casa lo anoté todo en un cuaderno.

Guardo una lista de cosas que te diría. Las enumero antes de dormir para decírtelas la próxima vez que te vea. Quizá las enumero porque es la única forma de dormir.