¿Por qué Belle and Sebastian habla tanto de las bifurcaciones en un mismo disco? En Wrapped up in books dicen: ojalá tuviera dos caminos para seguir. Y después, en Stay loose, la última del disco: voy a necesitar dos vidas para seguir los rumbos que vengo tomando. Hace unos días me sentía un poco así, con ganas de terminar de partirme. Quería quedarme en la cama, bajando con el dedo hasta que mis neurotransmisores se adormecieran en un horizonte de sucesos irrelevantes. Pensar que en otros horizontes se pueden ver puestas de sol. Ahora tengo la sensación de que no hay para elegir. Un poco más de somnolencia antes de levantarme. Se deja caer el cuerpo sobre las sábanas y la mente vuelve a los nudos de la conversación, así como un poco antes buscó ágiles los ángulos amables para una mirada que no entornaba hace tiempo. No, claro, si esos siempre hablan por la espalda, siempre hacen silencio cuando entrás. La realidad se me presenta como una sola, y los rangos de acción posibles se ven chatos como un papel. No hay espacio para otros sentimientos otra vez. Es la idea de la muerte que vuelve para poner orden. Por favor, no sé qué pedir pero necesito quizás mañana verla venir y que su semblante tenga el color de la arena cuando se encuentra con el río, que no sirve el desde cuándo o el por qué de todo lo que no fue hecho, sino la palabra que nombra con aroma a nuevo lo que la trajo hasta acá, el ritmo que agarra el tiempo cuando lo pasamos juntas. Es la muerte como camino el que se despliega enfrente, y entonces el juego tendrá que ser ir a buscarla y tomarla de la mano para meternos por los senderos que llevan en círculos hasta el lugar donde la espesura del monte se abre a una pequeña cascada, y sus ojos distinguen el arcoiris pero no dónde empieza ni dónde termina cada color, y yo le digo que tenemos que ser así, como la luz que se rompe.
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