Mogura Taiji

anoche soñé que estaba en el centro de una ciudad antigua y cuando elevaba mis ojos al cielo podía ver el movimiento de las estrellas


suaves estelas plateadas brillando sin tocarse ni superponerse


alguien dijo: así se verían si no fueran fugaces


saqué mi teléfono para tomar una foto que salió bien


y cuando volví los ojos al cielo había aclarado y ya no había estrellas 


y me acercaba a una cama a azotar una camiseta amarilla para que se despierte


(adentro de la camiseta amarilla debió haber estado mi cuerpo dormido)


cuando me desperté hice una purga del sueño y de ciertos rencores que cada tanto sacan la cabeza de su letargo y yo los golpeo como el juego


del martillo o la maza o el palo con el que le das a los topos que se asoman por agujeros sin patrón aparente cada vez más rápido


nunca pude sacar mucho en ese juego porque no tengo reflejos y el martillo la maza o el palo era blando, incapaz de dar golpes secos


el topo se asomaba por el agujero y yo me apuraba a bajar el martillo la maza o el palo con todas mis fuerzas


con una pequeña parte de mis fuerzas el topo se escondía y el martillo la maza o el palo blando, incapaz de dar golpes secos, me devolvía el impulso del azote


que me subía por el cuerpo como una descarga eléctrica y  demoraba el próximo golpe, por eso nunca pude sacar mucho en ese juego


y porque no tenía plata para jugar y jugar hasta saber de memoria el patrón de movimiento de los topos que sin plata parecía no tener orden aparente


una purga es distinto a golpear topos con martillos o mazas o palos incapaces de un golpe seco y también es distinto a perdonar


alguien me habló de la tranquilidad y eso me cubrió la boca con un trapo embebido en cloroformo


desperté otra vez en la ruta, atardecía sobre la cola de un camión llena de calcomanías 


jesús corona de espinas, velocidad máxima 110, y una advertencia que se lee demasiado tarde


mantenga distancia

g.o.a.t.

Tenías la voz quebrada ayer cuando llamaste y hablaste sin parar durante cuatro minutos, pienso si habrás llegado con tanto cansancio al final del día, si habrás llorado o estarás impostando porque hace meses que no nos vemos y bien sabés que cuando dejamos de vernos dejamos de creernos. Hoy quise saber cómo estaba tu voz y encontré en su lugar una última carta de amor que repite: no es culpa nuestra querernos tanto, repite: amar nunca será malo. Me conmovió como me conmueven las cosas tuyas que podrían ser tuyas para mí, y cuando al fin se oyó tu voz yo oí otra, y esa conmoción que en medio de lo roto de estos días por un instante nos había acercado un poco, a mí a vos, a tu voz quebrada, a creer que el gesto de una última carta de amor podría ser algo que compartir juntos, una macetita donde depositar los pensamientos amorosos de un mañana que nunca tuvimos, ese sentimiento se rompió en el instante en que vos hablaste y yo oí la voz de un mundo en que no hay lugar para mí, y ahora ya no sé si fuiste vos o la voz que eligió la carta, ¿para quién es una última carta de amor? No hay más que vos y la voz, y esta no es una carta, ni va a ser la última, no creo en estas palabras ni creo guardar ya un brote de un sentimiento para cuidarlo con la tonta ilusión de que un día seré compasiva y seré amorosa y sabré perdonar lo que sigue doliendo.