g.o.a.t.
Tenías la voz quebrada ayer cuando llamaste y hablaste sin parar durante cuatro minutos, pienso si habrás llegado con tanto cansancio al final del día, si habrás llorado o estarás impostando porque hace meses que no nos vemos y bien sabés que cuando dejamos de vernos dejamos de creernos. Hoy quise saber cómo estaba tu voz y encontré en su lugar una última carta de amor que repite: no es culpa nuestra querernos tanto, repite: amar nunca será malo. Me conmovió como me conmueven las cosas tuyas que podrían ser tuyas para mí, y cuando al fin se oyó tu voz yo oí otra, y esa conmoción que en medio de lo roto de estos días por un instante nos había acercado un poco, a mí a vos, a tu voz quebrada, a creer que el gesto de una última carta de amor podría ser algo que compartir juntos, una macetita donde depositar los pensamientos amorosos de un mañana que nunca tuvimos, ese sentimiento se rompió en el instante en que vos hablaste y yo oí la voz de un mundo en que no hay lugar para mí, y ahora ya no sé si fuiste vos o la voz que eligió la carta, ¿para quién es una última carta de amor? No hay más que vos y la voz, y esta no es una carta, ni va a ser la última, no creo en estas palabras ni creo guardar ya un brote de un sentimiento para cuidarlo con la tonta ilusión de que un día seré compasiva y seré amorosa y sabré perdonar lo que sigue doliendo.
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